La disautonomía es una patología que se presenta de manera más frecuente entre mujeres jóvenes. Debido a los síntomas que presenta, es una enfermedad difícil de diagnosticar ya que se confunde con facilidad con cuadros de depresión, problemas de sueño, entre otros.

La disautonomía es un desorden que se produce en el sistema nervioso autónomo, el cual a través de los sistemas simpático y parasimpático se encarga de regular tareas básicas de nuestro organismo; tales como la respiración, el ritmo cardíaco o la digestión, solo por nombrar algunas. Es por esta razón que la disautonomía y sus síntomas se pueden presentar de manera local o generalizada.

¿Cuáles son los síntomas de la disautonomía?

Este tipo de enfermedades presenta una serie de síntomas que permiten diagnosticar diversas patologías, por lo que es importante descartarlas antes de concluir que una persona tiene disautonomía. Entre los síntomas podemos encontrar:

• Cansancio
• Fatiga constante
• Mareos al ponerse de pie
• Dificultades para regular la temperatura
• Náuseas
• Cefaleas
• Desmayos

Como ya lo mencionábamos, es importante recordar que estos síntomas son comunes con otras enfermedades, como hipotiroidismo, anemia, trastornos del sueño, depresión, hipoglicemia, entre otras; por lo que se debe prestar atención al historial familiar (en caso de que existan antecedentes de esta patología) y acudir a un especialista en caso de que se presenten desmayos con frecuencia.

La disautonomía se puede presentar de diferentes maneras, incluyendo:

• Síndrome de taquicardia postural ortostática: produce molestias o mareos al pasar de una posición horizontal a una vertical
• Síncope neurocardiogénico o vasovagal: causa una disminución en el ritmo cardíaco y la presión arterial, puede producirse por estrés, calor, permanecer largos períodos de tiempo de pie o por exposición a la sangre
• Atrofia sistémica múltiple: produce rigidez muscular, movimientos lentos y problemas de equilibrio; esta se asemeja al Parkinson y es potencialmente mortal

La disautonomía es una enfermedad que de momento no cuenta con una cura, por lo que el tratamiento de esta enfermedad requiere de implementar cambios en el estilo de vida, incluyendo ejercicios de fortalecimiento muscular, aumentando la ingesta diaria de sal en las comidas y bebiendo una mayor cantidad de agua. El uso de medicamentos se evalúa de acuerdo a la frecuencia y gravedad con la que se presentan los síntomas antes descritos.

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